La OMS define la salud mental como “el estado de bienestar
en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede
afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva
y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”
|
(C) Oscar Espinosa |
Según datos de la misma OMS en situaciones de conflicto una
de cada diez personas está en situación de riesgo de padecer algún trastorno
mental y también una de cada diez termina padeciendo algún tipo de patología
grave.
La población saharaui que se ve obligada a vivir en calidad
de refugiados en los campamentos en Argelia se encuentra desde hace casi
cuarenta años en una situación de emergencia, límite, expuesta a todo tipo de
desencadenantes y agravantes de distintos tipos de patologías mentales.
La guerra (1973-1991) y sus efectos, como el drama de la
pérdida de seres queridos -casi todas las familias saharauis han perdido a
algún miembro- el sentimiento de inseguridad y dependencia, la permanente
ansiedad, la falta de oportunidades para rehacer la vida, el aislamiento, las
incertidumbres sobre el futuro, han sido y son factores estresantes causantes
de la mayoría de los trastornos mentales.
En las primeras décadas y aunque no hay cifras concretas,
las patologías mentales más frecuentes han sido trastornos como la ansiedad, la
depresión, somatizaciones con insomnio, cefaleas, dolores óseos y gástricos.
Dándose una incidencia menor de trastornos psicóticos.
En los paises del entorno árabe y musulman la incidencia de
la patologia mental es alarmante. En los campos de refugiados de Palestinos en
el Líbano y según un artículo de Fabio Fargione de Médicos sin Fronteras,
publicado en la revista "Migraciones Forzadas", la depresión afecta a
casi un tercio de los pacientes atendidos por Medicos sin Fronteras, mientras
que otros sufren ansiedad (22%), psicosis (14%), trastorno bipolar (10%) y
trastornos de personalidad.
En
Libia y sobre todo durante el asedio de Misrata en 2011 también se disparó la
incidencia de enfermedades mentales fundamentalmente el conocido síndrome del
estres postraumático. Según datos oficiales del Ministerio de Sanidad libio hay
cerca de 25.000 casos conocidos, en el momento en el cual sólo hay un
psiquiatra por cada 200.000 habitantes. En este país se celebró el 1er.
Congreso Nacional de Salud Mental en julio del 2012.
En
Afganistan donde hay grandes masas de desplazados internos por las sucesivas
guerras, un estudio llevado acabo por el equipo de Paul Bolton, y publicado en
"The Journal of the American Medical Association" (JAMA. 2004;292(5):626-628.
doi:10.1001/jama.292.5.626) en el que habían entrevistado a dos grupos, uno con
minusvalias físicas causadas generalemente por la guerra y el otro sin
minusvalias. En el primer grupo se habla de un 67,7% de depresión
y el 71,7% de los que presentaban alguna discapacidad. Un 72,2% de casos de
ansiedad en el primer grupo y el 84,6% de los segundos. La incidencia de estres
postraumático fue similar en ambos grupos (42,2% y 42,1%,
respectivamente).
|
(C) Oscar Espinosa |
En
la cultura saharaui la influencia de una mezcla de tradiciones
ancestrales, creencias religiosas y supersticiones, los trastornos mentales no
son comprendidos ni aceptados como tal, dando lugar a una estigmatización de
las personas que los padecen. En la visión popular saharaui el comportamiento
de los enfermos mentales se atribuye a la influencia de Satanás y de los genios
malvados que han desobedecido a Allah, y con sus poderes especiales
pueden poseer el alma o la mente de una persona y atormentarla hasta el punto
de convertirse en “loco”. En otros casos atribuyen estos trastornos a la obra
de la brujería y la magia negra y hasta al mal de ojo, la exposición al calor
excesivo, un exceso en la ingesta de sal y el té sin azúcar.
Estos comportamientos y trastornos se han intentado curar
con remedios tradicionales, indicados por los chamanes y curanderos locales,
como suelen ser los amuletos que se cuelgan en la cabeza o el cuello así como
la ingestión de distintos brebajes.También la visita de las tumbas de ciertos
personajes.
No obstante, y como parte de la política de Salud Pública
que había instaurado el Frente Polisario en los campamentos, se construyó un
Hospital Nacional Psiquiátrico con personal local la mayoría autodidacta, a
pesar de lo cual, fue una gran referencia y refugio para muchos pacientes y sus
familias durante las primeras décadas del exilio.
Desde el alto el fuego, en el año 1991 se puede hablar de
una nueva etapa en las modalidades de vida de los saharauis en los campamentos.
Esta etapa se ha caracterizado básicamente por una frustración
generalizada por la demora sine día del ansiado Referendum, por una falta
de motivación y entrega hacia el proyecto político y comunitario y por los
intentos de buscar, de forma individual o familiar, unas mínimas mejoras de las
duras condiciones de vida, empezando por los aspectos alimentarios, cuya
canasta básica depende absolutamente de la Ayuda Humanitaria. En el campo de la
salud, esta etapa también está marcada por la cíclica y constante intervención
de la ayuda exterior a través de ONGs mayoritariamente europeas y los trabajos
de distintas comisiones médicas que han ido logrando el acceso de amplios
sectores de la población a servicios sanitarios básicos, a medios de
diagnóstico modernos, así como a medicamentos esenciales y procedimientos
terapéuticos.
A pesar de ello, como se ha dicho, la falta de motivación y
entrega a trabajos comunitarios ha llevado a un deterioro progresivo del
conjunto de las infraestructuras, administración y especialmente de la red de
atención sanitaria en los Campamentos. Aunque no hay estudios de rigor que lo
avalen según nuestra experiencia y la de otros compañeros que han trabajado y
trabajan en los Campamentos, en estos últimos 20 años, hay un brote importante
de nuevas enfermedades mentales. Una compañera psicóloga, que trabaja
actualmente en los Campamentos, decía hace unos meses, que “hay tal cantidad de
casos, que es como si fuera un efecto rebote de la guerra, del frustrado
retorno y toda esta espera en la sombra de la no paz, no guerra” y añadía,
“estamos desbordados sobre todo con los psicóticos, es un verdadero drama.
Estas palabras describen la situación actual. Las patologías
mentales junto con las enfermedades crónicas no transmisibles, constituye hoy
por hoy un verdadero drama en los Campamentos de refugiados saharauis. No hay
apenas datos, ni estadísticas, pero se sabe que hay muchos casos de patología
neurótica, trastornos de ansiedad y trastornos de personalidad, que han llevado
a algunos casos de suicidio, predominantemente en la población femenina,
mientras que los trastornos psicóticos, tipo esquizofrenia, son mas
predominantes en el paciente varón joven. La asistencia médica a estos
pacientes sigue siendo muy deficiente. Hasta la fecha no se ha formado ni un
solo psiquiatra saharaui. Algunos de los trabajos asistenciales los realiza un
pequeño número de psicólogos, la mayoría de ellos sin formación ni experiencia
en psicología clínica.
En cuanto a los proyectos y la ayuda de la Cooperación
tenemos conocimiento del trabajo de dos comisiones, una de la ONG “Salam”
de Valencia y otra de ANARASD de Navarra. Ambas han prestado asistencia en las
cuatro wilayas y en el Hospital Psiquiátrico. Han aportando ayuda tanto
psicológica como de fármacos, y también han impartido cursos de formación para
médicos generales, psicólogos y personal de enfermería. No obstante, el campo
de la salud mental en los Campamentos sigue siendo el más deficitario en
infraestructura, personal cualificado y la medicación básica. Lo que está
favoreciendo una vuelta de los pacientes y sus familiares a algunos de los
remedios tradicionales, que habían ido perdiendo peso en cuanto a uso y
credibilidad. Un aspecto que parece oportuno señalar es: que dada la
complejidad de la cultura árabe y en particular de la saharaui, la barrera
idiomática que encuentran los cooperantes, la gran influencia religiosa y la
situación de precariedad por el impase político actual, la incertidumbre y la
desesperación; además de la no siempre adecuada interpretación de los conceptos
de lo patológico y lo “normal”, las políticas y proyectos de Cooperación no
suelen ser todo lo eficaces que cabría esperar. Lo que supone, que en este
campo en especial, el papel de la Cooperación debería centrarse en proyectos y
acciones de capacitación del personal local y a la habilitación de centros de
atención adecuados, con los recursos mínimos necesarios.
En conclusión: si bien la situación actual de la sanidad en
los campamentos saharauis está atravesando una de las etapas más delicadas de
su ya larga y penosa historia de refugiados, en cuanto a la falta de recursos
tanto humanos, como materiales, de infraestructuras adecuadas, y de
medicamentos básicos necesarios, consideramos, que esta deriva está teniendo
una alta incidencia en determinados trastornos mentales especialmente entre la
población joven, causada en gran parte por la influencia de un exilio
prolongado, que cada vez hace menos llevadero el aislamiento, el hostil entorno
geográfico, la falta de oportunidades, el encarecimiento de la vida y la infructuosa
lucha por la supervivencia, agravado todo ello por la falta de una solución al
conflicto político y la perspectiva de un futuro mas que incierto.
Dra. Lehdía Mohamed Dafa
10 de octubre de 2013. Día Mundial
de la Salud Mental