viernes, 11 de octubre de 2013

La salud mental en los campamentos de refugiados saharauis en Argelia


La OMS define la salud mental como “el estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”
(C) Oscar Espinosa

Según datos de la misma OMS en situaciones de conflicto una de cada diez personas está en situación de riesgo de padecer algún trastorno mental y también una de cada diez termina padeciendo algún tipo de patología grave.
 La población saharaui que se ve obligada a vivir en calidad de refugiados en los campamentos en Argelia se encuentra desde hace casi cuarenta años en una situación de emergencia, límite, expuesta a todo tipo de desencadenantes y agravantes de distintos tipos de patologías mentales. 
 La guerra (1973-1991) y sus efectos, como el drama de la pérdida de seres queridos -casi todas las familias saharauis han perdido a algún miembro- el sentimiento de inseguridad y dependencia, la permanente ansiedad, la falta de oportunidades para rehacer la vida, el aislamiento, las incertidumbres sobre el futuro, han sido y son factores estresantes causantes de la mayoría de los trastornos mentales.
En las primeras décadas y aunque no hay cifras concretas, las patologías mentales más frecuentes han sido trastornos como la ansiedad, la depresión, somatizaciones con insomnio, cefaleas, dolores óseos y gástricos. Dándose una incidencia menor de trastornos psicóticos.
En los paises del entorno árabe y musulman la incidencia de la patologia mental es alarmante. En los campos de refugiados de Palestinos en el Líbano y según un artículo de Fabio Fargione de Médicos sin Fronteras, publicado en la revista "Migraciones Forzadas", la depresión afecta a casi un tercio de los pacientes atendidos por Medicos sin Fronteras, mientras que otros sufren ansiedad (22%), psicosis (14%), trastorno bipolar (10%) y trastornos de personalidad.
En Libia y sobre todo durante el asedio de Misrata en 2011 también se disparó la incidencia de enfermedades mentales fundamentalmente el conocido síndrome del estres postraumático. Según datos oficiales del Ministerio de Sanidad libio hay cerca de 25.000 casos conocidos, en el momento en el cual sólo hay un psiquiatra por cada 200.000 habitantes. En este país se celebró el 1er. Congreso Nacional de Salud Mental en julio del 2012.
En Afganistan donde hay grandes masas de desplazados internos por las sucesivas guerras, un estudio llevado acabo por el equipo de Paul Bolton, y publicado en "The Journal of the American Medical Association" (JAMA. 2004;292(5):626-628. doi:10.1001/jama.292.5.626) en el que habían entrevistado a dos grupos, uno con minusvalias físicas causadas generalemente por la guerra y el otro sin minusvalias. En el primer grupo se habla de un  67,7%  de depresión y el 71,7% de los que presentaban alguna discapacidad. Un 72,2% de casos de ansiedad en el primer grupo y el 84,6% de los segundos. La incidencia de estres postraumático fue similar en ambos grupos (42,2% y 42,1%, respectivamente). 
(C) Oscar Espinosa
En la cultura saharaui la influencia de una mezcla de  tradiciones ancestrales, creencias religiosas y supersticiones, los trastornos mentales no son comprendidos ni aceptados como tal, dando lugar a una estigmatización de las personas que los padecen. En la visión popular saharaui el comportamiento de los enfermos mentales se atribuye a la influencia de Satanás y de los genios malvados que han desobedecido a Allah, y con sus  poderes especiales pueden poseer el alma o la mente de una persona y atormentarla hasta el punto de convertirse en “loco”. En otros casos atribuyen estos trastornos a la obra de la brujería y la magia negra y hasta al mal de ojo, la exposición al calor excesivo, un exceso en la ingesta de sal y el té sin azúcar.
 Estos comportamientos y trastornos se han intentado curar con remedios tradicionales, indicados por los chamanes y curanderos locales, como suelen ser los amuletos que se cuelgan en la cabeza o el cuello así como la ingestión de  distintos brebajes.También la visita de las tumbas de ciertos personajes.
 No obstante, y como parte de la política de Salud Pública que había instaurado el Frente Polisario en los campamentos, se construyó un Hospital Nacional Psiquiátrico con personal local la mayoría autodidacta, a pesar de lo cual, fue una gran referencia y refugio para muchos pacientes y sus familias durante las primeras décadas del exilio.
 Desde el alto el fuego, en el año 1991 se puede hablar de una nueva etapa en las modalidades de vida de los saharauis en los campamentos. Esta etapa se ha  caracterizado básicamente por una frustración generalizada por la demora sine día del ansiado  Referendum, por una falta de motivación y entrega hacia el proyecto político y comunitario y por los intentos de buscar, de forma individual o familiar, unas mínimas mejoras de las duras condiciones de vida, empezando por los aspectos alimentarios, cuya canasta básica depende absolutamente de la Ayuda Humanitaria. En el campo de la salud, esta etapa también está marcada por la cíclica y constante intervención de la ayuda exterior a través de ONGs mayoritariamente europeas y los trabajos de distintas comisiones médicas que han ido logrando el acceso de amplios sectores de la población a servicios sanitarios básicos, a medios de diagnóstico modernos, así como a medicamentos esenciales y procedimientos terapéuticos.
 A pesar de ello, como se ha dicho, la falta de motivación y entrega a trabajos comunitarios ha llevado a un deterioro progresivo del conjunto de las infraestructuras, administración y especialmente de la red de atención sanitaria en los Campamentos. Aunque no hay estudios de rigor que lo avalen según nuestra experiencia y la de otros compañeros que han trabajado y trabajan en los Campamentos, en estos últimos 20 años, hay un brote importante de nuevas enfermedades mentales. Una compañera psicóloga, que trabaja actualmente en los Campamentos, decía hace unos meses, que “hay tal cantidad de casos, que es como si fuera un efecto rebote de la guerra, del frustrado retorno y toda esta espera en la sombra de la no paz, no guerra” y añadía, “estamos desbordados sobre todo con los psicóticos, es un verdadero drama.
 Estas palabras describen la situación actual. Las patologías mentales junto con las enfermedades crónicas no transmisibles, constituye hoy por hoy un verdadero drama en los Campamentos de refugiados saharauis. No hay apenas datos, ni estadísticas, pero se sabe que hay muchos casos de patología neurótica, trastornos de ansiedad y trastornos de personalidad, que han llevado a algunos casos de suicidio, predominantemente en la población femenina, mientras que  los trastornos psicóticos, tipo esquizofrenia, son mas predominantes en el paciente varón joven.  La asistencia médica a estos pacientes sigue siendo muy deficiente. Hasta la fecha no se ha formado ni un solo psiquiatra saharaui. Algunos de los trabajos asistenciales los realiza un pequeño número de psicólogos, la mayoría de ellos sin formación ni experiencia en psicología clínica.
 En cuanto a los proyectos y la ayuda de la Cooperación  tenemos conocimiento del trabajo de dos comisiones, una de la ONG “Salam” de Valencia y otra de ANARASD de Navarra. Ambas han prestado asistencia en las cuatro wilayas y en el Hospital Psiquiátrico. Han aportando ayuda tanto psicológica como de fármacos, y también han impartido cursos de formación para médicos generales, psicólogos y personal de enfermería. No obstante, el campo de la salud mental en los Campamentos sigue siendo el más deficitario en infraestructura, personal cualificado y la medicación básica. Lo que está favoreciendo una vuelta de los pacientes y sus familiares a algunos de los remedios tradicionales, que habían ido perdiendo peso en cuanto a uso y credibilidad. Un aspecto que parece oportuno señalar es: que dada la complejidad de la cultura árabe y en particular de la saharaui, la barrera idiomática que encuentran los cooperantes, la gran influencia religiosa y la situación de precariedad por el impase político actual, la incertidumbre y la desesperación; además de la no siempre adecuada interpretación de los conceptos de lo patológico y lo “normal”, las políticas y proyectos de Cooperación no suelen ser todo lo eficaces que cabría esperar. Lo que supone, que en este campo en especial, el papel de la Cooperación debería centrarse en proyectos y acciones de capacitación del personal local y a la habilitación de centros de atención adecuados, con los recursos mínimos necesarios.
 En conclusión: si bien la situación actual de la sanidad en los campamentos saharauis está atravesando una de las etapas más delicadas de su ya larga y penosa historia de refugiados, en cuanto a la falta de recursos tanto humanos, como materiales, de infraestructuras adecuadas, y de medicamentos básicos necesarios, consideramos, que esta deriva está teniendo una alta incidencia en determinados trastornos mentales especialmente entre la población joven, causada en gran parte por la influencia de un exilio prolongado, que cada vez hace menos llevadero el aislamiento, el hostil entorno geográfico, la falta de oportunidades, el encarecimiento de la vida y la infructuosa lucha por la supervivencia, agravado todo ello por la falta de una solución al conflicto político y la perspectiva de un futuro mas que incierto.



Dra. Lehdía Mohamed Dafa
10 de octubre de 2013. Día Mundial de la Salud Mental

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